Todos somos consumidores, eso es un hecho, pero lo que no me gusta, nunca me ha gustado, es utilizar el verbo consumir para todo aquello por lo que apoquinamos.
Porque vale, una entrada de cine o de teatro la pagas como cualquier otra cosa, pero el acto de sentarme ante la pantalla o el escenario no es un acto de consumo, sino que estoy viendo y disfrutando (o incluso sufriendo o aburriéndome). Un CD de música, un DVD o BD lo compras como compras unas zanahorias, no obstante cuando pongo el disco en el reproductor de música o vídeo no estoy consumiendo, estoy escuchando o estoy viendo. Puedo estar deleitándome con una melodía o divirtiéndome con la letra y lo mismo se aplica a la hora de visionar una película.
Un libro o cómic se puede comprar o se puede tomar en préstamo en una biblioteca, y por mucho que pagues por uno el acto de leerlo no es de consumo. Uno se puede estar formando, puede estar aprendiendo y conociendo nuevas cosas o simplemente se está entreteniendo.
Quizás algún día lo asimile por el simple hecho de que en los medios y muchas personas no dejen de hablar de consumir cultura, pero mientras tenga conciencia de ello pondré de mi parte para evitar caer en el error de convertir la cultura, y el arte en general, en otro mero objeto de consumo.
Los libros, las películas, los tebeos, la música, el arte..., no son de usar y tirar, a pesar de que hay muchas obras olvidables, sino herramientas para que pasemos momentos de evasión y, también, para que reflexionemos, aprendamos y seamos, en definitiva, más críticos y libres.
6 de febrero de 2021